Una mañana de verano de 1969, los seis miembros de la familia Chirinos y los siete miembros de la familia Iwasaki nos fuimos a Playa Hondable dentro del Volkswagen de mi tío Lalo. Y no solo llevábamos la comida, las sombrillas, las toallas, las esteras, los baldes y las colchonetas, sino también una perra que se llamaba Perla. Trece personas y una mascota comprimidos en un escarabajo azul sin aire acondicionado, sin sillitas homologadas y sin cinturones de seguridad. Todavía recuerdo que al regresar el número de seres vivos había aumentado, porque volvíamos con los baldes llenos de muimuis.